_
_
_
_
_
Reportaje:DE POLICÍA A NARCO

El 'Air Cocaine' tenía jefe español

Un expolicía gallego es encarcelado en Malí por trasladar toneladas de cocaína de Colombia al desierto del Sahel. La fiscalía cree que es uno de los cabecillas de la ruta africana de la droga

Estamos en Ramadán [mes de ayuno musulmán] y hemos degollado un cordero". Esa fue la respuesta que improvisó el expolicía español Miguel Ángel Devesa cuando, el 22 de agosto pasado, unos policías malienses le preguntaron por qué había restos de sangre en ese almacén de un polígono industrial de Bamako (Malí).

A los agentes les había llamado la atención el sonoro golpe que Devesa, que conducía un todoterreno, se dio con el portón al salir del almacén y que no le disuadió de seguir su camino. Le pararon y le pidieron que les dejase visitar el local, pero este se resistió. Abdoulaye Sow, el comisario del tercer distrito de Bamako, se presentó in situ y, al frente de sus hombres, franqueó la puerta.

Aunque se sabe que el Boeing 727 calcinado era utilizado para transportar droga, se ignora porque se quemó

Había dado con la mayor red criminal de toda su carrera policial, aquella que logró la proeza, según UNODC (agencia de la ONU de lucha contra la droga), de enviar un Boeing atestado de cocaína de Colombia al desierto de Malí para reexportarla a Europa. Su jefe era Devesa, un policía gallego que se instaló en Malí tras ser expulsado del cuerpo y que acabó siendo uno de los cabecillas de la ruta africana del tráfico de drogas, a través de la cual se calcula que pasan anualmente entre 50 y 60 toneladas de estupefacientes.

Al entrar los agentes en la nave industrial de Bamako se percataron de las manchas de sangre del supuesto cordero. Dos compinches de Devesa, el venezolano Gustavo Valencia y el portugués Souza Miranda, custodiaban el almacén. Un registro exhautisvo les permitió encontrar el cuerpo de un hombre troceado con una sierra eléctrica y escondido bajo unos sacos de cemento. Su cabeza, que había sido seccionada, estaba en una bolsa de plástico.

El muerto era Juan Carlos García Soto, apodado Johnny, un colombiano que viajaba con un falso pasaporte ucraniano. Devesa argumentó que el muerto había intentado disparar contra él por una deuda y que Souza Miranda, su guardaespaldas, desenfundó más rápido y le mató de tres disparos. Después lo descuartizaron para hacer desaparecer el cuerpo.

El expolicía intentó llegar a un acuerdo con el comisario Sow y sus hombres. Les propuso, según la prensa local, 14 millones de francos CFA (21.000 euros) por olvidarse del asunto, una cantidad ingente en Malí. No aceptaron. Les condujeron a comisaría y al día siguiente ingresaron en la cárcel de Bamako-Coura construida para albergar a 400 reos, pero donde se hacinan 1.600.

Devesa, pontevedrés de 40 años, llevaba varios años en Malí. Su empresa Germain Export, SL, creada en 2007 en Torrejón de Ardoz (Madrid) para "el comercio al pormenor de vehículos terrestres", había abierto una oficina en el edificio UATT de Bamako que también alberga a la delegación de la Unión Europea. Al margen de sus supuestos negocios hacía obras de caridad ayudando a una asociación dedicada a la infancia. Era uno de los mecenas del club de fútbol de Mopti, la ciudad de donde es originario el presidente de Malí Amadou Toumani Touré. Estaba muy bien relacionado con las autoridades del país.

Antes, de 1999 a 2003, había sido policía de la escala básica. Estuvo destinado en Madrid hasta que le fue abierto un expediente. Se le suspendió del cuerpo por "traicionar la confianza de los ciudadanos con comportamientos gravemente atentatorios a los principios básicos de integridad, dignidad y disciplina". Tiene antecedentes policiales por tráfico de drogas, explosivos y armas, y por falsificación de documentos de identidad.

Pese a estos antecedentes la policía maliense empezó a investigar el asunto como un mero homicidio sin mucha trascendencia hasta que irrumpió el ministro del Interior marroquí Taieb Cherkaoui. Durante una visita a Bamako, en octubre, para asistir a la reunión del grupo de acción antiterrorista del G-8 (CTAG), que se amplió a los países de la zona, hizo una revelación pública.

Cherkaoui anunció que 34 personas, entre ellas dos mujeres y también un ciudadano español, han sido detenidas en Salé, la ciudad pegada a Rabat. Formaban parte de una red que, a través de las fronteras de Argelia y Mauritania, introdujo droga en Marruecos para reexportarla a Europa. Entre marzo y agosto de 2010 efectuó ocho envíos por un total de 600 kilogramos. De los interrogatorios se dedujo que el jefe de la organización criminal es un español detenido en Malí por homicidio.

El ministro aprovechó para resaltar que existe "una aparente coordinación y colaboración" entre "traficantes de droga y Al Qaeda en el Magreb islámico", una hipótesis marroquí de la que dudan las policías europeas y otros expertos europeos como el francés Jean-Pierre Filiu, autor de Las nueve vidas de Al Qaeda (editorial Icaria). "Ya son malos de por sí, y no hay que hacerles más malos", recalca.

La policía sospecha que la organización terrorista puede cobrar por permitir el paso de caravanas con droga, pero no cree que participe directamente en el tráfico de una sustancia que el islam considera pecaminosa. Devesa fue detenido el mismo día en que fueron liberados los dos rehenes españoles, Roque Pascual y Albert Vilalta, cautivos de Al Qaeda en Malí durante nueve meses, pero aparentemente se trata de una mera casualidad.

El expolicía español fue interrogado de nuevo en Bamako de "manera poco amistosa", según fuentes conocedoras de la investigación, por los hombres de la Dirección General de Seguridad del Estado de Malí y acabó confesando "una cierta relación" con la mayor operación de tráfico de droga del Sahel africano: el llamado vuelo de Air Cocaine.

El 2 de noviembre de 2009 fue encontrado calcinado el fuselaje de un Boeing 727 en el municipio septentrional de Tarkint, un pueblo maliense de 4.500 habitantes pero de la extensión de la provincia de Badajoz, en el que no hay carreteras y que escapa a los radares de la aviación civil. Su alcalde, Baba Ould Cheikh, es mediador desde 2003 en algunos de los secuestros de occidentales caídos en mano de Al Qaeda.

Alexandre Schmidt, jefe de la oficina de Dakar de la UNODC, señaló entonces que el aparato podía haber transportado hasta 10 toneladas de cocaína -el kilo vale en destino unos 33.500 euros- aunque fuentes policiales rebajan el cargamento a la mitad. "Los aviones aterrizan en pistas improvisadas para descargar su mercancía, es decir, la droga, que se transporta en camiones del Sahel al norte de África" y de ahí rumbo a Europa, explicó Schmidt. La utilización de un aparato de estas dimensiones es una novedad en el tráfico de cocaína de África a Europa, que ascendió en 2010 a unas 47 toneladas, resaltó.

Si el contenido del cargamento transportado por el Boeing estaba claro, aún se sigue sin comprender por qué fue pasto de las llamas. ¿Lo quemaron porque su certificado de navegabilidad había expirado y era ya inservible o para eliminar cualquier rastro de la droga? También pudo sufrir un accidente al intentar despegar y arder.

El misterio se ensombrece aún más porque ni las autoridades de la aviación civil de Malí ni la brigada de estupefacientes de la Policía Judicial fueron autorizadas a investigar lo sucedido hasta tres semanas después del hallazgo de la carcasa calcinada. Solo la Seguridad del Estado, la rama más poderosa de la policía, pudo indagar in situ.

El presidente de Malí, Amadou Toumani Touré, reconoció a posteriori que se había equivocado ocultando la información, según señalaba un cable de 2010 de la Embajada de Estados Unidos en Bamako revelado por WikiLeaks. Desde principios de ese año hubo otros cuatro aterrizajes en la zona, según fuentes policiales, pero de aparatos más pequeños.

Quizá para atajar las habladurías sobre la protección de la que gozan los narcos -el portugués Souza Miranda ya se escapó de la cárcel- en Malí, el fiscal anticorrupción, Sombé Théra, sorprendió al aparecer, el 7 de junio, en televisión para anunciar que tres personas, "un español, un francés y un maliense", habían sido inculpados por tráfico de estupefacientes. Por primera vez un responsable maliense confirmaba así que el cargamento del Boeing era droga.

"Es un asunto grave del que debía informar a la opinión pública", se justifica Théra al teléfono desde Bamako. El avión, prosigue, "despegó de Panamá el 16 de octubre de 2009, aterrizó en Maracaibo (Venezuela) el mismo día y de ahí voló a algún lugar de Colombia cercano a la frontera venezolana". En Maracaibo, sin embargo, el piloto depositó un plan de vuelo hasta Bamako donde nunca aterrizó. Su rastro se pierde entre los dos continentes.

Una operación de este calibre requiere muchas complicidades. A pesar de ello, solo hay una decena de inculpados, el capo español, un piloto francés y un colaborador local. "No le puedo dar más detalles", responde Théra. "Sería violar el secreto de la instrucción". Las sospechas, recogidas en informes policiales que obran en poder de gobiernos europeos, apuntan a la implicación de los mandos de los servicios secretos malienses. -

Restos del avión que trasladó la cocaína de Colombia al desierto de Malí en noviembre de 2009.
Restos del avión que trasladó la cocaína de Colombia al desierto de Malí en noviembre de 2009.JON SISTIAGA
Devesa, a la izquierda, y sus dos cómplices: uno portugués y otro venezolano
Devesa, a la izquierda, y sus dos cómplices: uno portugués y otro venezolano

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_